Descripción
Durián es un gorro rojo de casi dos metros con la complexión de alguien que ha nacido para el campo de batalla: hombros anchos, músculos como vigas y una presencia que hace dudar entre huir o lanzarse a él de cabeza. Cubierto con una armadura de acero rojizo con formas vegetales y empuñando a Crassa, su lanza mágica, es un espectáculo digno de temer… o de admirar de lejos. Su melena y sus ojos son de un rojo tan intenso como el de su infame gorro. Como todos los de su especie, tiene orejas en punta, colmillos afilados y una piel pálida con vetas verdosas, pero lo que lo distingue de sus congéneres es su mente estratégica y su capacidad de no lanzarse a la muerte sin un buen motivo.
Con un cuarto de sangre de hada corriendo por sus venas, Durián es menos impulsivo que otros de su especie, lo que, sumado a su capacidad para tocar el hierro, lo ha llevado a gobernar un territorio al sur de Fiorterre, entre los reinos de Noctescere y Ladanifer. No solo es fuerte, también estratega.
Biografía
Mientras otros gorros rojos se lanzaban a la muerte con la pasión de un amante ardiente, Durián aprendía. Desde bebé, colgado de la espalda de su madre, presenció batallas legendarias como La Lluvia de Sombras, la Gran Brecha de los draconianos y el Alzamiento de los Heliomantes. Con quince años ya era huérfano y, con treinta, falleció su último familiar vivo, su abuelo Caladio, un hada que le enseñó las costumbres de los suyos, el poder de las palabras y los escenarios, la importancia de hacer alianzas, cómo sobrevivir a las intrigas cortesanas.
Con ese conocimiento, Durián recorrió las cortes de Fiorterre para participar en conflictos y ganarse un nombre, hasta que Noctescere le ofreció gobernar un terreno disputado con la reina Ladanifer cuya fuerza de la Madre era demasiado difícil de dominar. Cómo lo consiguió sin jurarle fidelidad a su rey sigue siendo un misterio.
Allí, una tierra sin ley, la dominó mediante ofrecimientos de sangre, demostraciones de fuerza y las enseñanzas de su abuelo y convirtió el caos en un ejército. Unió tres docenas de clanes de trasgos, duendes y criaturas errantes bajo su mando. Incluso Hortus, un hada primigenia, decidió unirse como lanza a su causa, aunque Durián no necesitara guardaespaldas. Porque, aunque sigue siendo un gorro rojo con ansias de combate, es uno que prefiere ganar a morir con estilo.