Candela «Malaespina» de Áliga

Descripción

Candela

Hay personas que cargan con su historia en cada rasgo. Candela es una de ellas. A primera vista, es una mujer de veintisiete años robusta, de metro cincuenta y seis de pura determinación, con el cabello negro ondulado hasta los hombros y ojos oscuros, que observan el mundo con la desconfianza de quien ha visto más maldad de la que le gustaría. Su mandíbula marcada y los pómulos afilados le otorgan un aire de perpetuo mal humor, aunque quizá sea porque, en el fondo, suele tener motivos para ello.

Biografía

Nacida en la madrugada en el pequeño pueblo de Áliga, Candela se crio entre el calor del fuego de la forja y el eco metálico del martillo contra el acero. Su padre, un herrero reputado, le enseñó todo lo que sabía: desde el arte de dar forma al hierro hasta el sutil trabajo con la plata, con la que fabricaban joyas y medallas dedicadas a la Señora del Espejo, por quien está bendecida. Su madre, en cambio, decidió que la maternidad no era para ella y desapareció cuando Candela aún no tenía edad suficiente para recordarla.

A los dieciséis años, y de forma fulminante, quedó huérfana. Una rápida enfermedad afectó a los pulmones de su padre y no se sintió capaz de permanecer sola en el mismo lugar donde había sido tan feliz. Se unió a una de las caravanas que pasaban por la zona como guardia y allí empezó su andadura de casi diez años.

No tardó en destacar. Rápida de reflejos, astuta y con un sexto sentido para el peligro (de ahí que la llamasen la Malaespina), recorrió Gaudia y los territorios traídos por la Colisión, aprendiendo en el camino tanto sobre criaturas mágicas como sobre la fragilidad de la vida humana.

Quizá fue ese exceso de confianza lo que la llevó a cometer su mayor error. Contra todo sentido común, rompió la regla más sagrada para los humanos: «No se pacta con feéricos ni con demonios». Pero, cuando un rey de Fiorterre le ofreció una suma que haría dudar a cualquier mercenario, fue difícil resistirse. Candela aceptó el encargo. Y, con él, aceptó también la condena. Su misión terminó abruptamente cuando su caravana fue atacada por dragones. Milagrosamente, no hubo muertos, pero algo quedó claro: había pisado un terreno peligroso de guerra entre hadas y dragones.

Y, cuando las hadas juegan, los peones humanos suelen ser los primeros en caer.

Al principio, pareció que el asunto quedaría ahí. Pero hace dos años, una de sus caravanas apareció convertida en una pira funeraria. De los supervivientes, nadie ha vuelto a oír palabra. Candela, apenas con vida, fue rescatada por Violeta y oculta en Miravacas.

Ahora, bajo el nombre de Áliga, sobrevive en las sombras, sabiendo que si el rey de Fiorterre descubre que su ataque falló se asegurará de que, esta vez, no queden ni las cenizas.